El sábado 12 de junio pasa de todo. Y no estoy exagerando. En la misma fecha tengo el cumpleaños de mi papá, el casamiento de mi prima y se juega el primer partido de la Argentina en el Mundial.
O sea que mientras la selección sale a la cancha en Johanesburgo para enfrentarse contra Nigeria, yo estoy encerrada en una redacción con seis tipos que entienden de fútbol y van a seguir el partido minuto a minuto. Hablando de quedar en off - side.
Puede que me guste ver los partidos de la selección, y que disfrute de la fiesta del Mundial, pero una vez que la Argentina quede descalificada se esfumará mi interés por el fútbol.
Además, esta noche tengo el casamiento, lo que me entretiene un poco más, así que mientras mis compañeros piensan en tiros libres, yo voy a estar eligiendo mentalmente qué zapatos me voy a poner... Stilettos, obvio. Se me hace agua la boca -y me duelen los pies- de sólo pensarlo.
Como si no fuera suficiente para este sábado cargado de eventos, anoche tuve una comida familiar por el cumpleaños de papá. Puede que suene muy quejosa en este momento y que me merezca un "¿Por qué llorás sólo porque se te juntan una cena, madrugar al día siguiente a las 7 de la mañana y trasnochar ese mismo día por un casamiento?"
Justamente por eso. Porque todo junto me impide sentarme cómodamente en un sillón a ver el partido, gaseosa en mano (o quizás con una cerveza), y con la impunidad de estar en mi casa, y no rodeada de hombres que me van a criticar cuando haga un comentario (que será tonto, obviamente).
Aún así, sé que la voy a pasar bien en la comida, que me voy a enganchar viendo el partido, y que me voy a divertir en el casamiento. Y a todo esto, el 13 de junio cumplo años. Creo que no lo voy a festejar, voy a dormir. El fervor mundialista puede esperar.
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